Archivos Mensuales: noviembre 2013
¿tú eres Felipe?
todos tenemos una doble vida, siempre quisimos esta doble vida
Soda Stereo
Aunque ya teníamos tiempo de ser vecinons en mi primer acercamiento con la familia Mendoza —familiarmente llamados los del 26— Felipe tenía un parche en el ojo debido a un accidente con un instrumento de medición que le dejó una cicatriz en la córnea.
Ya mencioné la aventura que fue gestando la amistad, la verdad es que pasamos muchas más porque pasábamos la mayor parte del tiempo juntos, nos tocó crecer juntos —a mí más y en más direcciones— quizá haya sido la persona que más bromas haya hecho al respecto de mi figura. Podríamos decir que nuestra amistad no se basaba en la adulación o el buen trato. Pasábamos gran parte del día juntos.
Pasamos numerosas horas jugando, muchos juegos de calle —fútbol incluido— pero también en videojuegos destacando las olímpicas batallas en la commodore 64 donde los récords quedaban guardados en el floppy disk en el que venía el juego, así los personajes de PHILIP LEY, LI PING o aquel otro que logró que el chip SID entonara el himno nacional brasileño.
Nuestra transición hacia la adolescencia fue en asíncrona, hubo apenas unos meses durante el año mundialista en el que estuvimos en diferentes etapas, fue evidente en un par de fiestas de XV años, la primera de Sandra Sheila —a la que también asistió Pili Gorrión— y la segunda la fiesta de mi prima Alejandra en la que yo figuré como chambelán, pero no solamente bailé el vals sino que me la pasé en la pista de baile —e informándole a mi familia que ya no quería que me llamaran por mi apodo— mientras que él se la pasó jugando con Chava y Mauricio.
En esta fiesta él se quedó encerrado en la casa de Chuchita, en esa fecha probablemente nadie —quizá con la excepción de mi tía Luisa— se había quedado tanto tiempo en esa casa solo, porque tenía la fama de algunos incidentes inexplicables. Se quedó encerrado por estar en el baño y no se dio cuenta cuando fuimos a misa. No fue la única vez que se quedó encerrado, también durante una fiesta en casa de Edith y Erika estaba en el baño cuando comenzó una guerra de comida que ocasionó que nos corrieran de la casa mientras él estaba en el baño. Era frecuente que cuando llegaba a algún lugar pidiera ir al baño, aún cuando no conociera a las personas, fue el que más baños conoció de todos nosotros. Y la única vez que le fue negado me parece que fue en casa de Mónica.
Dejamos de ser vecinos y su residencia se trasladó a Beauty —espacio situado en la calle de Delicias— y Mitla donde yo siempre era el culpable del olor a cigarro, generalmente philip morris que, cuando eran mentolados, contenían la leyenda que nos advertía del monóxido de carbono expulsado, eso era muy notorio cuando fumábamos dentro del carro, luego de un tiempo nos lloraban los ojos. Cuando él se fue a Los Angeles, dejé de fumar —fueron 2 años— a su regreso fui por él al aeropuerto y lo primero que me dijo fuu “Traes cigarros” no tardé en volver a fumar.
Las botanas por elección eran las canelitas —tenían más galletas que los trikitrakes— algunas veces la barritas o las piruetas; algunas veces comíamos garnachas a la vuelta en el negocio de Coco, otras veces en cerca de la esquina de Rosa Zaragoza y Manuela cañizares, donde yo pedía invariablemente suadero y él la mitad de machitos —los pedía de mariconcitos— pero lo más común eran las tortas, recorrimos diversos establecimientos, cuando la telera tenía dimensiones mayores, él las llamaba cariñosamente S-tortas.
Visitábamos esos establecimientos en mi coche Napoleón, por ejemplo el día que fui por su placa —600BRR— a la calle de Carpio, o la vez que tomo prestado el coche para darle una vuelta a Chitzuet, el cruce de las avenidas acelerando y jugándonos “el todo por el todo”, o acompañándome a sacar su primer verificación en un taller sospechosísimo en la calle de dibujantes, o mi cumpleaños 17 que comenzó con el bautizo de mi coche con un vodka infame —Terenka— que dejó una marca en el toldo, la ida al cine para ver “Me enamoré de un maniquí” —idea de Gisela— faltando a mi propia fiesta para llegar con el auto chocado con el faro apuntando a los letreros viales, otra mancha de Richardson con pepsi. Al despertar del día siguiente lo único que pidió de desayunar fue algo líquido evidenciando la cruda.
Ambos nos gustaba Soda Stereo, durante la gira Languis compré mi boleto con anticipación el lugar era C30 y me costó 40000 de los viejos pesos, pero él tuvo un infortunio en el metro que lo demás más bruja de lo habitual y no iba a asistir, el día del concierto, apenas antes de 2 de octubre que nunca se olvida, fuimos al Auditorio Nacional —antes de su renovación— para revender mi boleto porque me parecía que debíamos asistir juntos, pero la emoción y un revendedor nos esquilmó muy amablemente cambiando mi boleto por dos lo más alejados del escenario, pero fue un concierto memorable.
Nos tocó viajar a Zitácuaro a una encomienda, al ver la fila enorme en los camiones de regreso decidimos pasar la noche en el antro local y regresar en la madrugada del día siguiente, no contábamos con que la actividad se acabaría mucho más temprano de lo imaginado, afortunadamente conseguimos regresar en el último camión disponible, solamente que llegamos a la terminal de observatorio a las 4 de la mañana.
Algo que nos ensombrecía era la disparidad de la suerte, la fortuna de uno generalmente era acompañada con la desventura del otro, basta mencionar como fueron nuestras conversaciones de nuestra “primera vez”, en mi caso ese día coincidió con la una funesta noticia familiar que recibió Felipe y que iba a implicar su mudanza, por otra parte en Arcos de Belén, frente al registro civil le conté con lágrimas en los ojos mis penas —no recuerdo otra ocasión con lágrimas de alguno de los 2— luego fuimos a una panadería donde él me platicó su feliz acontecimiento. No estoy seguro si esto fue lo que nos mantuvo alejados durante un tiempo. Pero sí recuerdo esa sensación de que algo malo iba a ocurrir cuando veía su fortuna o durante mis momentos de felicidad preguntarme lo que le estuviera ocurriendo.
Solía hablarle de un teléfono público para felicitarlo por su cumpleaños.
serpientes y escaleras
Todo vuelo comienza con una caída.
George R.R. Martin
Serpientes y escaleras solía ser un juego muy popular, primero se compraba en las papelerías y después lo vendían en los cruceros junto con la Oca, el Coyote y las Gallinas y unos dados enormes, todo por una módica cantidad.
Contiene una serie de enseñanzas éticas, trata de promover los valores, prometiéndote recompensas para las buenas acciones y castigos para las fallas, pero ¿quién sigue creyendo que si le jalas la cola a un gato te vas a caer por las escaleras, o que si se pone uno a hacer su casa a mano el resultado es ganar en el juego (o la vida)?
Claro que las serpientes y escaleras tienen un gran reflejo en la vida, pero es el azar lo que está detrás de cada casilla, la que te pone frente al camino ya sea de subida o bajada, porque en el juego lo único que interviene es el dado, no hay decisiones.
El amor es la única serpiente que te hace descender desde aquel lugar donde la meta guiña su ojo hasta casi comenzar de nuevo. Pero eso no determina al ganador.
Creo que desde que me di cuenta de eso no lo he vuelto a jugar.
teléfono descompuesto
Yo hablando y tú no estando, yo te ablando y te endureces y hace tiempo que no veo que ni huelo, que ni te hablo. Porque tú no me has llamado y te has desaparecido y te has desaparecido
Santa Sabina
En algún momento en la historia de las comunicaciones en México había dos compañías telefónicas Ericsson e ITT la primera usaba solamente dígitos mientras que la segunda usaba también letras, cuando ambas se unieron los número telefónicos tenían 6 dígitos, solamente hasta el año del primer mundial agregaron el 5 al principio, el cual no fue suficiente, como atestigua mi primer teléfono 6703550 duramos muy poco con él.
Cuando nos mudamos a la CTM no habían líneas disponibles en las unidades habitacionales, duramos alrededor de 10 años sin teléfono, esto tuvo impacto en la vida cotidiana. Como nadie tenía teléfono siempre había fila —por lo menos en el teléfono de la esquina durante las horas hábiles— entonces siempre había que hacer fila quizá con excepción en casos de tener que llamar al médico por alguna urgencia y aún así dependías de la buena voluntad de los que estaban frente a ti. Las llamadas eran breves o comenzaban a escucharse los silbidos de las personas que estaban esperando y las conversaciones eran escuchadas por los demás, entonces hacía esfuerzo porque mis mensajes fueran algo crípticos creo que esta última parte se exacerbó demasiado.
Además había repercusiones en otros ámbitos como buscar una alternativa para los comprobantes de domicilio, en la escuela era considerado un marginado porque no tenía teléfono —algo que les costaba mucho entender a mis compañeros— recibíamos visitas sin avisar con las noticias familiares y olvídate de pedir comida a domicilio —tiempo después tuvimos un negocio familiar que se encargaba de eso— aunque algunas veces era inevitable hablar.
Muchas veces me quedé formado a la salida del retorno esperando tres o cuatro turnos para dar un recado para mis abuelos, busqué algunas veces en la madrugara algún teléfono que funcionara para llamar a locatel —6581111— para confirmar que mi padre no hubiera tenido un accidente y cuando quería algo de privacidad iba atrás de la secundaria 280 en la noche, a un teléfono que se encontraba más alejado para hablarle a MG, alguna de las Glorias o a la prima de las MM y algunas veces llegaba una persona y yo prefería despedirme muchas veces ante la pregunta “¿por qué no te gusta platicar?” Y jamás llamé a la procuraduría del consumidor al cinco seis ocho ocho siete veintidós.
Recién estrenado el teléfono mi tío Alejandro trajo un modelo que tenía forma de oso y cuando lo ponías en altavoz el oso movía la boca simulando que hablaba, justo después de conectarlo entro una llamada que era para mí entonces tuve que responder frente a mi familia con risas de fondo fue un verdadero oso. Una vez llamé a Felipe por larga distancia —estaba en L.A. y el tiempo se pasó demasiado rápido, terminé pagando mucho más de lo que pensaba. También conocí el otro lado porque mi novia no tenía teléfono, entonces tenía que estar a la espera de su llamada porque no podía yo comunicarme, se desarrolló una sensación de no poder fallar en la contestación con riesgo de perder algo importante. También me perdí de la oportunidad de mi vida cuando hablaron preguntando “¿está Conchita?” y fallé en no responder “No, estoy con Tarzán” aún lo lamento.
Ahora parecen distantes aquellos tiempos, el cambio del pulsos a digital, o el compartir la línea con el módem, las contestadoras con cassettes o los primeros teléfonos inalámbricos, mi primer celular —Pegaso— o las tarjetas telefónicas, recuerdo cuando Pimpo me avisaba las fallas de sistema para poder hacer llamadas de larga distancia; ahora con herramientas a la mano como los hangouts de G+, Skype, Line, whatsapp pudiera parecer que se ha avanzado mucho en cuestión de comunicaciones pero el verdadero reto siempre ha sido intentar transmitir una idea, que lo que queremos decir alcance a llegar a la otra persona y eso no es fácil ni siquiera frente a frente.
borrón y cuenta nueva
¡Oh, memoria, enemiga mortal de mi descanso!
Miguel de Cervantes
Escuché al vuelo un par de comentarios acerca de el cambio de disco duro, el primero expresaba un miedo a formatear el disco y el segundo recomendaba una herramienta para copiar el disco actual para poder pasarlo a uno nuevo sin perder nada, La combinación de ambos me impulsó a llevar a cabo un par de tareas que tenía pendientes.
La primera era reemplazar el disco duro del playstation, ya tenía mucho tiempo en el que tenía que borrar para instalar algo nuevo, y ni decir de usar el Netflix o probar el servicio de Sony unlimited music, la segunda era dar mantenimiento a la pc, que luego de intentar cambio de fedora/windows 7 hice a ubuntu/windows 8 probó ser infructuoso dejando de lado al sistema de microsoft. Ya llevaba un tiempo sin hacer nada al respecto así pero estos comentarios del viernes propiciaron una reflexión que desembocó en una acción impulsiva y liberadora.
El sábado fui a Santa Ifigênia –donde se encuentras las tiendas de computación por estos lares— para comprar el disco para el PS3 además de un control y un usb. Decidí no hacer respaldo alguno el play quedó en apenas unos minutos, lo que aún no termino es de descargar las canciones que tenía para el singstar.
Luego de consultar con mi interior en esta ocasión decidí no hacer respaldo alguno:
Siempre he sido el depositario de una cantidad inusitada de información, mucha de ella en mi memoria pero otra en las cosas que voy guardando, los archivos incluídos. ¿Cómo saber lo que se va a utilzar después, lo que vale la pena guardar? Es imposible saberlo, quizá lo único que podemos distinguir son las cosas que nos son indispensables y eso algunas veces, porque quizá no exista nada indispensable, hasta lo que he perdido se ha transformado en un pasaje en la memoria. Es difícil aceptar que todas esas cosas quedaron atrás, que se borraron, que ya no queda más espacio para ellas. Y tomar la decisión de oprimir sí cuando te advierten que todo el contenido será perdido no es fácil, pero es necesario.
el extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde
Considero más valiente al que conquista sus deseos que al que conquista a sus enemigos, ya que la victoria más dura es la victoria sobre uno mismo.
Aristóteles
Durante algún taller de poesía me observaron que tenía dentro de mí dos individuos: Batman y el Arcángel —yo no le puse los nombres— además no sabíamos cuál era el bueno o malo pero parecía que uno se encargaba de anular las acciones del otro, para escribir debía entonces aprender a escuchar solamente a uno. Pero antes de este tiempo ya tenía la sospecha que había más de una fuerza dentro de mí.
De niño tuve un par de experiencias extracorpóreas, una de ellas me dejó impactado porque iba en bicicleta, me veía manejando sin tener en verdad el control pero algo me decía que nada podía mal, todos los movimientos eran milimétricamente certeros, podía hacer cualquier cosa en aquel estado era una sensación de invencibilidad que puedo revivir en ocasiones.
En la alcoholescencia afloraron otro tipo de fuerzas, esas pulsiones otrora llamadas eros y tánatos, que eran como dos caballos que se pasaban jalando en rumbos diferentes sin ponerse de acuerdo, algunas veces empujándome hacia límites peligrosos que no resultaron mortales quizá por la intervención de la fuerza contraria. Algunas noches dejaba que los deseos emergieran y me llevaran por cualquier camino, entonces no pensaba que fueran en alguna dirección.
Ahora he experimentado la otra parte en la que la otra parte toma el comando y todas las acciones van en mi contra, como si tomara la dirección opuesta en esta ocasión. Si hubiera sido al revés no hubieran tenido el mismo impacto, parece que le gustara ser aparatoso.
¿Acaso será la misma parte la que ejecuta las acciones? Lo positivo o negativo depende de la interpretación. ¿Podría ser que cada una de las acciones que me llevaron a un extremo hayan tenido la misma firma? Y no es evadir la responsabilidad, cuando hablo de estas fuerzas estoy consciente que soy yo aunque aún no alcance a entender cómo es que esas fuerzas se manifiestan.
Tengo esta manía de tener que revisitar todo cuando algo pasa.